Veíamos cómo los estudios de Miguel León Portilla,
especialmente su obra Filosofía náhuatl (1956), nos revelan que en los antiguos
mexicanos es posible vislumbrar toda una concepción del mundo y de la vida,
concepción encaminada a resolver una serie de problemáticas que han sido
comunes a todos los pueblos de la humanidad desde épocas remotas (China,
Babilonia, India, Egipto, etc.): ¿qué es el mundo?, ¿qué es el hombre?,
¿cuál es su misión en la tierra?, ¿cuál es su destino?, etcétera.
Los mexicas o náhuatls, como ya observamos también, tenían
sus filósofos, llamados tlamatinime ("los que saben algo"); entre
estos filósofos destacaron: Nezahualcóyotl (1402-1472), poeta y filósofo, señor de
Tezcoco, preocupado por los problemas del devenir, del tiempo y de la
divinidad; Tlacáelel (1398-1474), estadista extraordinario, consejero de varios
gobernantes aztecas y forjador de una nueva visión del mundo; Tecayehuatzin,
interesado por encontrar la forma de decir palabras verdaderas aquí, en la
tierra; y, finalmente, Ayocuan Cuetzpalzin (1395144 1), quien halló en el
placer y en el arte la manera de olvidar la fugacidad de la vida. La imagen del tlamatini (singular de la palabra
tla¡natinime), cuya tarea en la vida era secular, fue plasmada en testimonios
que nos dicen:
El tlamatini: una luz, una tea, una gruesa tea que no ahúma,
un espejo horadado, un espejo agujereado por ambos lados, suya es la tinta
negra y roja, de él son los códices, él es el dueño de los libros de pinturas.
Él mismo es escritura y sabiduría. Es camino, guía veraz para otros. Conduce a
las personas y a las cosas, es guía en los negocios humanos. (Escobar, Gustavo, Introducción al pensamiento filosófico, Limusa y ENP,
UNAM, México, 1995, p. 26.)
Los náhuatis también construyeron una imagen del mundo, según
la cual había varias regiones o estratos:
- El Topan, región metafísica donde se alojan los dioses.
- El Mictlan, región inaccesible donde moran los muertos.
- El Tlalticpac, lugar donde propiamente mora el hombre, es
decir, la tierra o el mundo.
Los antiguos mexicanos consideraban que la vida en el
Tlalticpac —la tierra o mundo concreto donde el hombre habita—, no era más que
un lugar de paso, una morada provisional o fugaz amenazada por la muerte y
dentro de la cual el hombre tenía que encontrar tina raíz, un fundamento, que
diera sentido y firmeza a su efímera existencia.
Actualmente, como nos dice el filósofo Gabriel Vargas Lozano,
los estudios en torno a los mayas, aztecas, toltecas, tarascos, chichimecas,
tojolabales, zoques, tarahumaras y todas las etnias que existían antes de la
conquista, y que subsistieron después de ella, revelan cada vez más la enorme
riqueza de su cultura, al tiempo que están modificando la percepción del
significado de la propia cultura mexicana.