jueves, 16 de diciembre de 2010

DEL AUTOCONOCIMIENTO



Filósofo mirándose a un espejo
(De Velázquez)

¿Es requerida la voluntad, conciencia, trascendencia; el esfuerzo, análisis de uno mismo y de todo lo que nos rodea para que surja en nosotros la posibilidad del autoconocimiento?

¿Hemos reflexionando sobre nuestra personalidad, capacidad, carácter, inteligencia, dones, talentos, fortalezas, debilidades; nuestra forma de aprender y de percibir el mundo. De todo lo que nos ha sido dado y lo que hemos logrado a base de esfuerzo, desarrollo, paciencia y longanimidad; fortaleciendo nuestro temperamento, habilidades y lazos sociales como un autoconocimiento procesual?

¿Cómo se logra el verdadero autoconocimiento, cómo nos conoceremos a nosotros mismos, cuándo nos observaremos en el espejo de nuestra alma; cuándo conoceremos como somos conocidos. Solo con mirarnos con atención a un espejo, con saber quiénes somos y qué queremos lograr para ubicar nuestro lugar en el universo?

¿Lograremos una verdadera identidad. El Gnote seauton “conócete a ti mismo” es un precepto Délfico llevado a cabo solo por filósofos antiguos o es una meta para todos? A pesar de que este autoconocimiento era de importancia para Heráclito Tales de Mileto, Sócrates y otros pensadores antiguos. ¿Cómo asumimos la angustia y el predicamento de ser nosotros mismos y de transformar nuestra esencia?

¿Hemos escrito nuestra etopeya o hagiografía, nuestro retrato, nuestra biografía, nuestro epitafio; nuestros actos heroicos, nuestros errores, nuestras idiosincrasias y nuestros roles que interpretamos en la vida; para reinventarnos y lograr un acercamiento más profundo hacia nosotros?

En primer lugar ¿Cómo nos vemos a nosotros mismos: a nuestra imagen y representación del autorretrato que manifestamos en la existencia? ¿Cómo nos autoconceptualizamos en la descripción del relato de nuestras vidas? (Con toda la yoidad: desde el yo percibido, real e ideal que tiende al yo profundo)

¿Cuándo encontraremos nuestro “Rostro verdadero”? ése que no solamente alude a un reflejo visual externo del yo empírico, sino al centelleo de la profundidad del alma que dá origen  a una transformación ontológica, la cual permite ver más allá de la expresión facial que refleja la evidente apariencia visual. Ése que proyecta toda la expresión del ser  que es nuestro “genuino semblante” de la imagen que intencionalmente buscamos y desarrollamos a lo largo de nuestras vidas, como la del filosofo que se observa al espejo y que indaga la esencia de su ser en el “espejo de los espejos” (Speculum Speculorum) en el reflejo de sí mismo, de la vida y del mundo.

¿Verá en enigma como espejo, estará opacado su reflejo por la miope visión de su limitado razonamiento o acaso ha descubierto claridad y transparencia en su genuino rostro, un rostro perfilado por la vida, las experiencias y la adversidad de los que sufren, las alegrías de los que conocen y saben que ese es su tesoro, un tesoro metafísico que se llevará a la tumba con todo su aprendizaje, su personalidad, talento y atributos. Será su imagen la de un antiguo sabio de lenguas barbas níveas que simbolizan sabiduría con marcas y cicatrices que dan testimonio que realmente ha vivido, con arrugas serpenteantes que se expanden como marcas del tiempo, pero con una mirada vivificante que se dá cuenta que no ha vivido en vano, que sabe que ha sido “el arquitecto de su destino”, como decía Amado Nervo o será el rostro de un hombre íntegro como el que buscaba Diógenes con una linterna a pleno medio día.

Pero como encontraremos el rostro verdadero, ése que han encontrado algunos iniciados en los misterios de uno mismo. El semblante que nos distinguirá como seres humanos completos, coherentes con nuestras conductas, tendencias, con lo que sentimos, hacemos, pensamos y decimos. ¿Cuándo tomaremos conciencia que somos seres en el mundo, únicos e irrepetibles con experiencias extraordinarias, portentosas y a la vez comunes?

¿Acaso busca interpretar la realidad y distinguir la apariencia de lo banal y superfluo para realizar con eficacia nuestro cometido? Toda nuestra yoidad exterior como nuestra genealogía, el origen de los apellidos del nombre, la historia del país, de la ciudad o lugar de nacimiento, del mundo o del universo (aunque una vida no fuera suficiente) si la vida no alcanza para estas cosas, que es lo mejor que debemos hacer, cual es el propósito fundamental de elegir entre lo que es efímero y lo que perdura. Hay quienes realizan obras sisifescas, que gastan su dinero en lo que no tiene valor y se esfuerzan en trabajos que no satisfacen ¿Cuándo gozaremos de la obra de nuestras manos?

¿Cómo descubriremos el verdadero sentido y significado de nuestras vidas, el objetivo de la verdadera vocación. Es acaso algo tan subjetivo o es que los dioses escondieron el verdadero propósito de nuestra felicidad en nuestro lado más interior.

Tratar de entender todo lo que somos y queremos ser, todo lo que nos rodea, de una manera holística, motivante y sincera ¿Serán estas opciones banales y ociosas, habrá algo más importante y trascendente que estos caminos epistemológicos de la verdadera ontología personal? ¿Tal vez cuando nos entendamos a nosotros mismos, entenderemos todas las cosas?

Quizá al final de nuestra senectud alzaremos un espejo, con una mano temblorosa, hacia nuestro rostro, como el último acto dramático, para ver toda nuestra vida y en que  nos hemos convertido y veremos el rostro verdadero que ha roto mascaras jánicas.