jueves, 11 de noviembre de 2010

EL JINETE PERDIDO (una reivindicación del yo)

 
“Hay quienes gustan perderse a sí mismos y en ése camino se encuentran”

El estar y ser en el mundo es una existencia compleja en todas las posibilidades, en toda la voluntad y las decisiones. La dificultad de la existencia sin brújulas, sin mapas que guíen realmente hacia un lugar más excelente, resulta aplastante como una amarga incertidumbre.

¿De qué mano sostenerse? Si los caminos son muchos y ambiguos, cuando se anda a la deriva y se arriba en puertos extraños. ¿Quiénes fueron puestos en el mundo, traídos al mundo, echados al mundo; pero cómo actuar en el mundo de la mejor manera, cómo construirnos a nosotros mismos. Hay seres que por mil circunstancias pierden o creen perder su lugar en el mundo; ¿acaso los suicidas, los alcohólicos, los vagabundos u otros seres existenciales de la antropología dramática?

Hay otros que desvían su camino, dentro de otros caminos, caminos extraños, tortuosos bifurcados, con seudo filosofías personales y subterráneas. ¿Pero cómo saber cuál es el verdadero camino, el más recto, el más excelente? camino que no siguieron los antihéroes, los malos estudiantes, los que derrochan si tiempo en las vanidades de este mundo.

Hay gente superflua, banal, sin esencia, ni substancia; otros que son sabios, eruditos o doctos a su propio criterio y algunos como dijo Lehi: “son como los hambrientos que sueñan y durmiendo comen, mas despiertan, pero su alma está vacía”

Como la pintura reveladora de René Magrite, “el jinete perdido” que no encuentra su rumbo, que galopa sin cesar, sin un camino que lo lleve a donde realmente quiere llegar y establecerse o llegar a ser, sin una dirección porque se ha extraviado o complejamente anda buscando su camino en la vida,

Cuando nos veremos cabalgando a nosotros mismos de frente, cuando nos encontraremos con nuestro yo profundo como los “arqueros que buscan el blanco de sus vidas”, parafraseando a Aristóteles.

Cuando nos hemos sentido extraviados galopando sin rumbo fijo sin encontrar veredas, caminando por laberintos inacabables yendo de un camino a otro sin encontrarnos en el verdadero sendero, navegando a la deriva sin brújula que nos guie, sin anclas, vacíos, sin sentido, viajando por este mundo, solos, tristes, enfermos, en el camino de la adversidad, soportando las consecuencias de nuestros propios errores, soportando las inclemencias y la hostilidad de este mundo y todo lo que abarca, marginados existencialmente.

Así nos perdemos de muchas formas, pero es necesario perderse para volver a encontrarse y cuando se haya el sentido y significado de la vida nos volvemos a encontrar, somos un acertijo simbólico, a veces no resuelto, cuando resolvamos el enigma de nosotros mismos nos veremos galopando de frente hacia nosotros mismos dentro del camino verdadero y sabremos que no venimos de la nada ni que vamos hacia la nada, desnublando el sin sentido del nihilismo recalcitrante.