sábado, 17 de marzo de 2012

e. e. Cummings Y LA PUNTUACIÓN FANTÁSTICA







          La poesía de Cummings se distingue  por sus transgresiones lingüísticas, sintácticas y sobre todo por su puntuación inusual que opera en la entonación como letras del silencio que anuncian pausas breves o largas; armonizan ritmos. Son la expresión vital de su pensamiento que lo plasma en un sentido gráfico-fidedigno donde el lector puede convertir la experiencia del poema en un acto vivencial.

En su poesía están presentes los paréntesis como signos de aclaración en un sentido superlativo, se puede observar que los signos están potenciados para expresar más de lo que realmente dicen dándole un uso más culminante. Cummings toma los signos y los coloca en medio de palabras, los repite o puede poner dos puntos seguidos de un punto y coma. También usa guiones cortos para separar todas las letras de una palabra. Cierra paréntesis en una estrofa en donde no se ha abierto un paréntesis, tal vez para dar a entender que el poema tiene una explicación incompleta. Una coma al principio de un verso finalizando con un punto y coma. También abre un signo de admiración que termina cerrando la palabra otro signo de interrogación. En fin hay muchas excentricidades en su obra poética por ejemplo una sola coma en medio de un reglón en blanco sin otras letras a los lados.

Los signos de puntuación colocados de esa manera tienen, quizá, una función gramatical muy especial y otro sentido transformado por el poeta que domina el lenguaje a la perfección. Por ejemplo. José Revueltas escribió su novela “El Apando” sin ningún punto y aparte, queriendo expresar la asfixia de las personas que han perdido su libertad encerrados en una cárcel. Además en el poema más importante del siglo XX  (de Rilke) “Orfeo. Eurídice. Hermes” se observa que desde el título los primeros nombres tienen puntos porque son mortales, en cambio Hermes no lo tiene porque es inmortal. Con relación a los paréntesis W. Faulkner escribió pasajes enteros dentro de un paréntesis como pequeñas historias dentro de otras historias más grandes. J. Andrzejewski escritor que tenía aversión a los signos de puntuación escribió una novela cuyas primeras 40 000 palabras no tienen escritos ningún signo de puntuación.

Volviendo a Cummings, no me sorprendería ver unas consonantes acentuadas para exclamar un ruido especial y extraño, tal vez el de un insecto. Considero que con el uso particular del lenguaje logra transmitir la compleja realidad no solo con la tipología y la sintaxis, sino con la puntuación, además de sus cojines fonéticos y grafofonías que expresan la experiencia que él ve y que quiere que la veamos como él la ve.

También es admirable el análisis  que hace Ulalume González de León sobre su poesía en el ensayo sobre “El uno y el innumerable quien” donde Cummings inventa palabras, disloca la sintaxis y la tipografía, rompe los versos…

   “Así convierte en nombres los verbos (canta su no hizo y baila su hizo), los pronombres y los     adverbios (cuándo es ahora y qué es quién; las flores no son ni por qué ni cómo), los adjetivos (el culto de Mismo —de la mismidad), las conjunciones (reducirlo a porque). Usa el adverbio con función de adjetivo (la lentamente ciudad), o de nombre (“adentros”, “nuevamentes”); el adjetivo como verbo (to frail —”fragilear”; swifts— “veloces”), o como nombre (boths o neithers en plural); y el nombre como verbo (truthed sería “verdades”). Añade prefijos para formar nuevas palabras: noojos, fomente, nolocos de saber. Con sufijos transforma casi cualquier cosa en nombre abstracto: la calidad de lo que “no es cielo” es la sincielitud; la de “lo cada uno”, la cadaunidad; lo que “casi es” tiene casidad; o crea adverbios nunca vistos: pensantemente, alzantemente, gritantemente. 

    A veces, sus “precisiones” colocan sus poemas al borde del acertijo. El I:398 (ver antología),  con neologismos transparentes (nosol, sincielitud, notierra) infunde una sensación de frío, confusión de pájaros y hojas secas. Esta lectura basta. Pero el traductor, obligado a rastrear el sentido de cada aparente arbitrarie-dad para dar un equivalente fiel, debe reconstruir el poema: “(hay) una burbuja de nosol, un frío fuego ad-herente a la sincielitud; los, mis, tus, nuestros pájaros, ellos (que) son uno y son todos, se han ido” —datos que traducen la simultaneidad de lo visto por dos espectadores y el movimiento alocado de los pájaros—; y este ajetreo entre ramas desprendió (es invierno) las hojas muertas: “unos cuantos fantasmas de hojas se arrastran aquí o allá sobre la sotierra” (la tierra yerta, sin vida).”*

Con estas inusualidades del lenguaje logra expresar la mismidad de las cosas en su movimiento, en su latir de vida cuando florece la gente y termina el verde silencio cuando las campanas felices parpadean...

Un poema que describe al poeta, mas no al hombre, o lo que el hombre no es cuando es un poeta.

Hombre no...

Hombre no, si los hombres son dioses; mas si los dioses
han de ser hombres, el único hombre, a veces, es éste
(el más común, porque toda pena es su pena;
y el más extraño: su gozo es más que alegría)

un demonio, si los demonios dicen la verdad; si los ángeles

en su propia generosamente luz total se incendian,
un ángel; o (daría todos los mundos
antes que ser infiel a su destino infinito)
un cobarde, payaso, traidor, idiota, soñador, bruto:

tal fue y será y es el poeta,

aquel que toma el pulso al horror por defender
con el pecho la arquitectura de un rayo de sol
y por guardar el latido del monte entre sus manos
selvas eternas con su desdicha esculpe.

Versión de Octavio Paz


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 *e. e. cummings  EL UNO Y EL INNUMERABLE QUIEN.  Pp. 5-6